Biografías

Síntesis biográfica del obispo Federico Pagura

Pagura nació el 9 de febrero de 1923 en Arroyo Seco, Santa Fe. Se recibió de maestro y luego de obtener la licenciatura en teología, fue ordenado pastor de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina (IEMA) en 1950.
Realizó estudios de post-grado en Union Theological Semminary, de Nueva York 1948-49 y en la Escuela Teológica de Claremont, California. Ambas instituciones ecuménicas le influyeron en lo que Pagura llama " su afirmación y vocación ecuménica", que es característica de todo su ministerio.
Su esposa Rita, con quien tuvo tres hijos, fue su secretaria y encargada de relaciones públicas. De padre vasco-español y madre valdense, acompañó su ministerio y su vida pastoral de tal modo que Federico Pagura siempre incluía un plural cuando hablaba de su ministerio: "Estábamos predestinados al ecumenismo".
Ejerció el obispado en Costa Rica y Panamá y fue elegido obispo, la máxima autoridad de la IEMA, en 1977. Fue una voz invalorable que denunció y actuó contra la última dictadura militar en el país. Fue uno de los integrantes de la comisión nacional que investigó las desapariciones de personas (CONADEP) cometidas por la dictadura. El Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos de Argentina fue otro de los espacios donde ejerció su compromiso.
Como obispo ejerció durante doce años. Ya emérito se radicó en Rosario, donde el Concejo Deliberante lo declaró ciudadano ilustre. En este tiempo fue referente obligado de proyectos de paz y derechos humanos. Un libro con sello del CLAI refleja su biografía.
Fue figura relevante del Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo Latinoamericano de Iglesias.
Pagura fue nombrado Doctor honoris causa por la Universidad de Toronto, Canada, en humanidades y por la Universidad De Paul, Indiana, en divinidades, es también Premio Mauricio López, por el Consejo Nacional de Iglesias de USA en 1997.
El trabajo musical de Pagura es extenso. Se le atribuye el "primer tango evangélico", llamado la marsellesa evangélica, con el título "Tenemos esperanza".
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Palabras del Obispo Aldo Echegoyen!
Dragado ¿Progreso o violencia ambiental? 

ALDO MANUEL ETCHEGOYEN 

Obispo, hermano, amigo, luchador por la vida. 
En una presentación realizada por Guido Bello por encargo de Aldo, para el acto de declararlo “Personalidad Destacada de los Derechos Humanos”, por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en agosto de 2013, historiamos brevemente a este querido hermano, “peleada la buena batalla, terminada la carrera y siempre fiel”.

Los payadores, esos poetas populares, solían proponer cantos a lo divino y cantos a lo humano para armar una payada, y empezaban con cantos sobre el cielo y el más allá y terminaban con versos sobre la vida cotidiana. Y yo no sé si presentarles a un defensor de las palabras divinas o a un defensor de los derechos humanos en la persona de Aldo Manuel Etchegoyen, especialmente porque todo en su vida está muy entretejido, entremezclado.
Hijo de padre ferroviario que desde temprano lo llevó por variados paisajes, desde Muñiz en el oeste del Gran Buenos Aires, donde nació, para viajar después a José C. Paz, San Rafael y La Paternal porteña, y luego a la ciudad de Mendoza donde finalizó sus estudios secundarios. Casado con Ruby Esther Rodríguez, hija de pastor metodista que lo ha venido acompañando desde su juventud.
Vinieron a su matrimonio Irene, Osvaldo, Adriana y Alejandro, y actualmente se completa su familia con dos nietos y seis nietas, la última nacida una semana atrás. En aquellos jóvenes años trabajaba en el área contable de una empresa cuando decidió “cambiar el destino de su vida” y se fueron ambos a Buenos Aires para estudiar en la Facultad Evangélica de Teología, terminando sus estudios en 1959 y cursando luego un postgrado en el Instituto Ecuménico de Bossey, Suiza.
Empezó su recorrido pastoral acompañando tareas como estudiante de teología en las iglesias metodistas de Almagro y Flores, y ya como un presbítero ordenado en Martínez, Alta Córdoba, luego un largo pastorado en Bahía Blanca y toda la Patagonia para ir parando de nuevo en la ciudad de Buenos Aires, donde fue Superintendente de la Región Metropolitana y Pastor en la Primera Iglesia Metodista, y no para detener la marcha, aunque ya esté jubilado desde hace algunos años.
Lo encontramos viviendo años de agitados movimientos sociales, con la seguidilla de golpes de estado en América Latina, la experiencia desafiante y cuestionadora de la revolución cubana, los nacientes brotes de la Teología de la Liberación y los primeros curas obreros y tercermundistas… Por eso sus primeras experiencias pastorales lo encuentran metido entre lo humano y lo divino, con una apertura ecuménica que trascendía los límites confesionales.
En los finales del año 73, en medio de la despedida de las iglesias de Bahía Blanca y de toda la Patagonia en su tarea de “superintendencia regional”, lo encontramos viviendo la emergencia del golpe de estado en Chile y la llegada de los primeros exiliados y refugiados, y seremos varios de nosotros los que recibimos su recepción cordial y cálida…
Ya en Buenos Aires se encuentra en los primeros intentos de resistencia a los crímenes y atropellos a la vida, entre miedos y silencios de muchos, pero también entre muchas voces y valentías, como las del Obispo Jaime de Nevares en Neuquén y el Obispo Esteban Hesayne, en Río Negro.
El pastor Aldo nos contaba de una reunión constitutiva de la naciente Asamblea por los Derechos Humanos en diciembre de 1975, contando entre otros al obispo metodista Carlos Gattinoni, Adolfo Pérez Esquivel, Eduardo Pimentel, Susana Pérez Gallard, José Míguez Bonino, Alfredo Bravo y otros. Deciden que es importante llamar a la Asamblea con el adjetivo “Permanente”, previendo que iba a ser larga la tarea que les esperaba. Y en abril de 1976, se hace la primera reunión pública de la APDH en el salón de actos de la Primera Iglesia Metodista, donde Aldo era pastor.
A las 4 de la tarde de ese día aparece una patrulla policial queriendo revisar el edificio, supuestamente por la seguridad del templo. Nuestro pastor se opone terminantemente, exigiendo la orden judicial y la policía no puede requisar el edificio. Siendo las 19 hrs. ya hay una tanqueta, varios patrulleros y policía por todos lados y además, les ha llegado una insólita adhesión... nada menos que del mismo presidente de facto, teniente Gral. Videla…
Esa noche debía exponer, entre otros, el pastor y teólogo José Míguez Bonino, que lo llama para avisarle que tiene una gripe fuertísima, “así que vos, Aldo, tenés que reemplazarme, ya vas a saber qué podés decir, y eso sí, no te podés echar atrás”… Y así lo tenemos a Aldo, cantando a lo divino y a lo humano, en medio de ese terrible panorama de las violaciones a los derechos humanos, apelando por el divino derecho a la justicia y a la defensa de la vida.
Por esos años visitaba como pastor todas las semanas a un grupo de mujeres detenidas en la cárcel de Villa Devoto sin juicio ni proceso, más bien por capricho militar, que habían pedido ayuda espiritual. Las requisas eran severas, para acceder a visitas en un frío locutorio y soportando la prepotencia irrespetuosa de los guardias.
Un lunes, luego de sufrir una perversa requisa en respuesta a algunos reclamos de justicia nunca respondidos, de regreso a su casa escribió su anónimo y luego conocido texto titulado “la visión”. En un lenguaje apocalíptico, ese buen lenguaje de la resistencia de los primeros cristianos frente al imperio asesino de entonces, el pastor Aldo nos cuenta su “visión” de un monstruo, que termina así:

Con una mano escondía los desaparecidos
para que nadie supiera de ellos,
muchos habían sido torturados, otros fusilados.
Con otra mano distribuía niños nacidos en cautiverio
o desaparecidos y, al hacerlo, creía que estaba haciendo el bien.
Con otra mano preparaba propaganda,
para esconder toda su maldad y defender su propia seguridad.

Luego oí que el monstruo hablaba con voz prepotente y poderosa,
como un general a su tropa, usaba el nombre de Dios y parecía
que también Dios estaba a sus órdenes,
decía que defendía a Dios y que Dios lo bendecía.

Vi también una cosa que el monstruo no resistía, era la Verdad.
Y cuando la Verdad era dicha,
todo su ser se sacudía, solo la Verdad le aterraba,
Vi todo esto y desperté… y fue mi oración,
“¡Que tu Verdad, Oh Dios, resuene como impetuoso río!”
Entonces el monstruo caerá al suelo desintegrado.
Y habrá libertad.

En el año 1989 el pastor Aldo es elegido Obispo por la Asamblea General de la Iglesia Metodista, después del fecundo período de 12 años del Obispo Federico Pagura, otro incansable luchador por la paz, la justicia y la verdad. Años después el obispo Aldo es invitado a incorporarse a la naciente Comisión Provincial de la Memoria, en La Plata, presidida por Adolfo Pérez Esquivel y el fiscal Hugo Cañón.
En representación de ella viaja a Santiago de Chile para la inauguración del Museo de la Memoria donde presenta documentación sobre refugiados chilenos y de otros países consignada en el Archivo de la Comisión y también del excelente trabajo de la Comisión Argentina para los Refugiados (CAREF) programa ecuménico de las Iglesias miembros del Consejo Mundial de Iglesias en Argentina, que derivó a diferentes países a miles de refugiados. Actualmente Aldo es Vicepresidente de la Comisión Provincial de la Memoria junto con Laura Conte.
Lo recordamos acompañando –siempre a lo humano y a lo divino– al Programa Independencia y Acceso a la Justicia en América Latina creado por la APDH en el año 2008. Aquí el Obispo Aldo queda a cargo del área de Acceso a la Justicia del cual surgen distintos encuentros sobre “acceso a la justicia” de mujeres, de niños y niñas, y de Pueblos Originarios, esta última una tarea que lo ocupa en forma preferente.
Digamos brevemente de los recorridos del obispo Aldo en el ámbito internacional, en el espacio del Consejo Mundial de Iglesias, que es un organismo fraternal y no jerárquico de 360 iglesias protestantes, anglicanas, ortodoxas, evangélicas y unidas que representan 560 millones de cristianos en 100 países. Allí, tal vez, nos podría parecer más cerca de lo divino, pero siempre profundamente enraizado en lo humano.
En este Consejo Mundial de Iglesias el Obispo Aldo preside, desde 1977 hasta 1985, el comité Asesor de Derechos Humanos, y junto con el Obispo Federico J. Pagura forma parte del Comité Central durante los años 1999 al 2006.
Para terminar, recordemos que presidió durante años el Consejo de Iglesias Evangélicas Metodistas de América Latina, acompañando, alentando y animando las tareas de estas iglesias latinoamericanas, nacidas cada una con sus particulares características en los comienzos de nuestros países, promoviendo y fortaleciendo sus aportes democráticos y liberadores.
Desde todos los países de América Latina y del Caribe; desde Mendoza y Córdoba, desde Bahía Blanca y toda la Patagonia, siempre cantando a lo divino y a lo humano, lo vemos de repente entre nosotros, y como dijimos alguna vez en una cantata celebrando los 185 años de su querida Primera Iglesia Metodista de Buenos Aires el obispo Aldo nos diría por el hoy y por siempre:
No se olviden del caído, 
mantengan bien la memoria 
de los desaparecidos 
para hacer la nueva historia. 
Tengan abierta la Iglesia 
y que pueda entrar la calle, 
que sea de todos la fiesta 
y que el amor nunca falle.

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